martes, 17 de febrero de 2015

Conquista




Me apetece salir a conquistarte. Pedirte como deseo con cada una de tus pestañas, una, y otra, y una última vez, hasta no terminar.

Te veo como ese pirata que surca los mares en su preciado barco en busca de algún tesoro escondido.
Tu tesoro no es más que cada verso en el cual te he pronunciado, aunque tú no lo supieras.
Nose aún de donde sacaré la fuerza con esta débil fortaleza, que me destruyes con cada uno de tus latidos.

Muéstrame como tu acción interior. Hazme guardar los trocitos de nuestra conquista para enmarcar este puzzle en tu pared y que así te acuerdes de mi. Déjame compararte una última vez, por hoy.
Eres una gran victoria para tan desesperada alma, y un acantilado de narices donde lanzarse cada noche a vencer los miedos que me supone tu pérdida. Prefiero lanzarme a tus brazos antes que a cualquier precipicio. Matarte a besos, de esos que te llenan el alma, y estrujarte en tantos abrazos como tiempo tengamos para no soltarnos.

Me harías plantar mi bandera en tu maldita casa, para demostrar a todo el mundo la conquista que me supones. Tienes un sitio de honor en mi colección, junto al primer día que accediste a pasear conmigo en el viejo parque que hoy día me recuerda a ti, y quien sabe qué cosas más.

Que te quiero de cualquier forma menos lejos. Nunca e probado la sensación de echarte de más y espero no tener que hacerlo nunca. Definirme como sentimental es decir poco de esta poeta, que escribe con la tinta que le cala el corazón y no puede parar de explotar versos cada noche. Pienso buscarte siempre, porque por ti, tesoro, derruiría mi fortaleza, solo para acercarme un poco más y sentir el calor que me abrasa en estas tardes de invierno.

Con la última pestaña te pedí un solo abrazo, pero qué abrazo.
Porque contigo, pirata, pienso conquistar Roma. Y lo que nos venga.

sábado, 7 de febrero de 2015

Afrodita




Te haría estallar en una gran banda sonora, de no ser porque todo en ti ya es melodía.

Hazme víctima del compás de tus latidos, báilame con ese ritmo que te caracteriza, incítame a recordarte en cada verso.
Recítame cada uno de tus días y cítame en cada uno de tus libros. Léelos con la esperanza de que sea yo la protagonista que te salve de tan preciosa agonía. Que te haga recorrer todos los mundos en busca de unos labios que se aferran a un poema cuando no tienen forma de evadirse.
Descúbreme como la musa de tu cuento, cométeme como el peor de tus errores. Y date cuenta de que no habría forma de arrasarme, de no haber estado tú.

Despiértate a la mañana siguiente y, sin embárgo, odiáme. Odiame por arrebatarte tu tiempo y tu sonrisa, tus ganas y desganas, tu más simple suspiro.
Detestame porque por mi culpa escribes poesía, porque por mi culpa ya no tienes remedio.
Estima cada momento en el que no me recuerdes, porque vengo para quedarme y molestar todo lo que pueda. Y explotarte en cada uno de mis poemas.

Y no te darás cuenta de que he llegado hasta que ya no puedas aguantarlo más, y te lances al vacío de mi alegre desesperación.

Tengo la intensidad propia de un huracán. Diosa. Poderosa. Firma, Afrodita.