jueves, 24 de diciembre de 2015

Escuchando la lluvia



Diciembre se ha cernido sobre nosotros y nos impide respirar.

El cielo está triste, ya no nos aferramos como antes.
No siento el peso de tus latidos,
no soy yo,
no soy,
no.
El cuerpo es un recipiente vacío que juega a extinguirte
y el recuerdo te llena lo suficiente para seguir vivo
y la nostalgia te araña lo suficiente para no despertar.

El cielo llora y no le encuentro sentido a este montón de letras desordenadas que nunca nos preocupó ordenar.
Nos consumimos con el aliento del otro, sin preocuparnos de guardar el nuestro antes.
Nos aferramos a la desesperanza de un beso de despedida,
al vacío de un pañuelo cabalgando las tristezas de los desamparados en el aire de una estación.

Ni la lluvia ni el frío fueron nunca lo mio, pero ultimamente, lo único que me queda es que aparezcas,
buscando una mano que entrelazar entre tanto invierno,
un abrazo que te seque la ropa despues de una tormenta,
un beso que te deshiele unos labios cansados de esperar.
Una vida,
otra,
y otra mas,
y seis.
Y decirte a la séptima lo mucho que te he extrañado,
cuánto lamento no ser gato para poder esperar.
Deja de esconder las penas tras un gorro y sonríele a la vida, enséñales que ni la nieve mas blanca se compara con tu delicada sonrisa.

No sigas evitándome, al fin y al cabo hace tiempo que ninguno sabe a donde va.






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