lunes, 1 de agosto de 2016

Pandemónium



Los sueños se esfuman entre las manos mojadas,
por la pena de unos ojos cansados de mirar.
Mi pequeña ya no le ríe al viento,
ni le susurra a la luna cuántas canciones hablaban de ella.

Entender que la vida es eso que pasa mientras te abrazas,
como si te diera todo igual.
Entender que todos necesitamos a alguien que esté ahí,
ayudando a recomponerte,
a no romperte.
A saltar por encima de las flores que te atrapan.
A conservar las sonrisas que te derrapan.
A cantarle a la noche helada.
A dormir desordenada.
A sentir la bocanada.
de aire que te desarma.

Es la despedida de una risa adormilada,
cuándo otra le dice que deje de soñar.
Es el saludo del silencio,
cuándo octubre pasa sigiloso entre tu falda.
La suave brisa de tus manos cuando me acunas, libre.
La dulce melodía de una bala de tu calibre.
La sangre ardiente de un hombre muerto.
Los ríos formados por un aeropuerto.
Es la caída de quien planta su bandera, firme.
Y es esa playa de la cual no pude irme.

No me engañes, ya no ríes como antes.
Dijeron que la luna se puso roja al sonrojarse.
Que el viento silva, llamando a la guerra de tus cabellos.
Y que la niña espera, tranquila,
a que la deslumbre tu destello.




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